jueves, 25 de junio de 2020

Reseña: bullying, las dos caras de la moneda

Título del libro: Hoy no quiero ir al colegio

Autoras: Soledad Gómez y Ana María Deik

Ilustradora: Carolina Durán

Editorial: ZIG-ZAG

Año de publicación: octubre, 2010

País de edición: Santiago de Chile



Este texto pertenece al género narrativo, específicamente a la categoría libro ilustrado, ya que tal como señala Shulevitz (2005), es el texto lo que prima y las ilustraciones tienen un papel secundario. Las ilustraciones cumplen una función estética para ambientar la historia.

La historia trata sobre Jaime y Martín, compañeros de clase que no tienen una buena relación. Por un lado, está Martín, un estudiante que cuando está en el colegio se siente triste y asustado por las amenazas que recibe por parte de su compañero Jaime, él hace de su vida escolar una pesadilla. Debido a esto, crea una serie de excusas para poder faltar al colegio y evitar todas las burlas que lo atormentan diariamente. Por otro lado, está Jaime, quien, junto a sus amigos, molestan y golpean a Martín sólo por tener la preocupación y el cariño de sus padres. Son esos sentimientos y aflicciones que ha desarrollado a lo largo del tiempo, los que lo llevan a portarse de la forma incorrecta. ¿Tendrá alguna consecuencia Jaime por su actuar? ¿Qué acontecimientos diarios influyen en él? ¿Sentirá algo al saber que sus padres se enteraron de todos sus actos? Quizás Jaime sólo necesita cariño y atención para comenzar a entender lo buena que es la vida sin molestar a otros.

Este libro es muy interesante, en primer lugar, por los elementos que lo componen. Hay varios criterios para valorarlo y uno de ellos es el desenlace que este tiene. El final del cuento es presentado como aceptación del conflicto. Según Colomer (1999), la aceptación del conflicto se refiere y se trata sobre la maduración que el personaje va obteniendo con el desarrollo de la historia, respecto al problema o la situación que lo afligía y cómo se adapta a esta de manera más adecuada. Esto se nos muestra cuando Jaime, el niño matón, que si bien tenía miedo de que la profesora llamara a sus padres por su mal comportamiento, termina creyendo que fue una buena decisión, porque desde ese momento él puede sentir tranquilidad y felicidad por la preocupación que ambos mostraron.

En segundo lugar, se valora del libro las imágenes que presenta. Respecto a esto, el cuento es bastante enriquecedor, ya que, con sus colores y trazos tipo acuarela, contextualiza de mejor forma todo lo que sucede dentro de la historia. Entonces, el trazo hace ver el libro como algo prolijo, mientras que la combinación del trazo con los colores da una vibra de sensibilidad. Por ejemplo, cuando se detalla la sombra del padre de Jaime, gracias a estos dos factores, la podemos ver de forma más expresiva. Como indica Colomer (1999), es también a través de los libros ilustrados que los niños pueden iniciarse en el aprendizaje del lenguaje visual, ya sea mediante la forma, la textura, la composición o la perspectiva que se presenten en estos.

Por último, se valora la apelación a la empatía. El libro al estar narrado en primera persona ayuda a que el lector lo sienta como algo personal y se identifique con ello, pues el acoso escolar es una situación que muchos tienen que atravesar habitualmente, que puede o no tener trasfondo claro, debido a que son muchos los factores que inciden en el comportamiento de un niño. La historia muestra una realidad muy concientizadora, entendible tanto para niños como adultos.

Este libro está recomendado para niños mayores de 5 años, ya que nuestros protagonistas forman parte de este rango etario y podrían sentirse identificados con ellos. Sin embargo, no hay una edad límite puesto que trata un tema que siempre está presente y del que debemos reflexionar constantemente.


Autoras de la reseña: Constanza Escalona y Rayén Espinoza.


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